Devenires y pensadores
Recuerdo estar tomando un
inhabitual moca en la esquina de los encuentros ocasionales con el hombre que
dejaba su olor a caléndula impregnado en
el ambiente, de esos que no se olvidan. Me distraje al observar el conglomerado
de edificaciones modernas que me rodeaban, tenía la sensación de estar dentro
de una burbuja cargada de diferentes vibras de las personas que me acompañaban en ese mismo espacio, me di
cuenta que mi personalidad reflejaba lo que transcurría en mi cotidianidad, sin
quererlo era parte de un sin número de acciones y dinámicas que mi ciudad me transmitía
y que me convertían en un alma pasajera más. Adentrarme al transporte público
me hacía pensar en que mi destino no era lo importante, sino que al recorrer
cada esquina, cada estación, cada puente iba transcurriendo y recogiendo
experiencias, tradiciones y sobre todo pensamientos, no de aquellos que se
verbalizan sino de los que se expresan con la mirada. En alguna ocasión conecte
tan rápidamente con la mirada de un joven que me acompañaba en la parte trasera
del Sitp, que me hizo sentir como si estuviera viajando por Bogotá por medio de
él. Sus pupilas me hicieron ver los mundos paralelos que existen en esta metrópolis,
pues era como estar esperando que el
semáforo cambiara de color, donde el
rojo me hacía pensar en los barrios más alejados, vulnerables y excluidos del
entorno bogotano, mientras la transición al color amarillo me recordaba a la
clase media que de cierta manera es más incluida y visible por sus esfuerzos de
llegar a tener los privilegios de la comunidad que se identifica con el color
verde, aquella que debería velar por el bienestar de los colores previos a esta
pero que se ha olvidado de los interés comunes al querer crecer como una sola. Poco
a poco detallo las pestañas, las cejas y el rostro de aquel joven y me doy cuenta
de que he vuelto a mi realidad, esa que a veces nos cuesta entender o con la
que no estamos de acuerdo muchas veces, esa que nos causa dolores de cabeza pero que con su carismático calor nos hace olvidar
de los problemas diarios, nos hace
pensar que es posible crear un mundo con más posibilidades y sobre todo esa que
nos hace sentir en el seno de nuestro hogar.