miércoles, 26 de septiembre de 2018


Devenires y pensadores


Recuerdo estar tomando un inhabitual moca en la esquina de los encuentros ocasionales con el hombre que dejaba su olor  a caléndula impregnado en el ambiente, de esos que no se olvidan. Me distraje al observar el conglomerado de edificaciones modernas que me rodeaban, tenía la sensación de estar dentro de una burbuja cargada de diferentes vibras de las personas que  me acompañaban en ese mismo espacio, me di cuenta que mi personalidad reflejaba lo que transcurría en mi cotidianidad, sin quererlo era parte de un sin número de  acciones y dinámicas que mi ciudad me transmitía y que me convertían en un alma pasajera más. Adentrarme al transporte público me hacía pensar en que mi destino no era lo importante, sino que al recorrer cada esquina, cada estación, cada puente iba transcurriendo y recogiendo experiencias, tradiciones y sobre todo pensamientos, no de aquellos que se verbalizan sino de los que se expresan con la mirada. En alguna ocasión conecte tan rápidamente con la mirada de un joven que me acompañaba en la parte trasera del Sitp, que me hizo sentir como si estuviera viajando por Bogotá por medio de él. Sus pupilas me hicieron ver los mundos paralelos que existen en esta metrópolis, pues era como estar esperando  que el semáforo cambiara  de color, donde el rojo me hacía pensar en los barrios más alejados, vulnerables y excluidos del entorno bogotano, mientras la transición al color amarillo me recordaba a la clase media que de cierta manera es más incluida y visible por sus esfuerzos de llegar a tener los privilegios de la comunidad que se identifica con el color verde, aquella que debería velar por el bienestar de los colores previos a esta pero que se ha olvidado de los interés comunes al querer crecer como una sola. Poco a poco detallo las pestañas, las cejas y el rostro de aquel joven y me doy cuenta de que he vuelto a mi realidad, esa que a veces nos cuesta entender o con la que no estamos de acuerdo muchas veces, esa que nos causa dolores de cabeza  pero que con su carismático calor nos hace olvidar de los problemas diarios,  nos hace pensar que es posible crear un mundo con más posibilidades y sobre todo esa que nos hace sentir en el seno de nuestro hogar.

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