Los niños y jóvenes que solemos llamar gente especial no son especiales
por su condición y vulnerabilidad, son especiales por su particular
forma de ver y sentir el mundo, porque a pesar de que puedan presentar
limitaciones, cada uno posee fortalezas y habilidades que pueden pasar
en ocasiones desapercibidas, pero que cuando son valoradas se convierten
en orgullo y en la mejor arma que les genera felicidad y libertad.
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